Marcelo Sola Jorge González
Visitamos la reserva natural Cabo Dos Bahías. Entre pingüinos, guanacos, choiques, maras y lobos marinos de un pelo, supimos por qué este lugar es reconocido por su belleza incomparable.
El Área Natural Protegida Cabo Dos Bahías es sin duda el atractivo natural más valioso que posee la localidad de Camarones.
Ubicado 28 kilómetros al sur del poblado por la ruta provincial Nº1, el objetivo de su creación fue preservar porciones de tierra y mar junto con su flora y fauna, y a la vez proporcionar un espacio recreativo y educativo para quien lo visita.
Recorrerlo prometía permitirnos apreciar un bello paisaje de distintas tonalidades, donde el mar, su espuma y las rocas de la costa generan fuertes contrastes. Además, el cabo concentra una importante colonia de pingüinos de Magallanes, junto con un gran número de guanacos, ñandúes y zorros que se encuentran acostumbrados a las fotografías. Bajo esta premisa, no dudamos en dejar el pueblo a través de la calle Moreno con rumbo sur.
El camino de ripio consolidado se encontraba en buen estado, pero era aconsejable no superar los 50 kilómetros por hora para evitar cualquier inconveniente mientras apreciábamos el paisaje que se presentaba a nuestro paso.
Tras recorrer unos 5 kilómetros, pasamos frente a la playa Elola, apta para realizarcamping libre. Adelante, en el kilómetro 11 encontramos la playa El Pescadero y en el kilómetros 13, el Puerto Piojo. A medida que avanzábamos por la estepa patagónica, el paisaje se tornaba más agreste y el sonido del mar, más intenso.
Después de 18 kilómetros, comenzamos a transitar sobre lomadas de un marcado color rojizo y ocre, que contrastaban fuertemente con el azul turquesa del mar. Detenernos en este punto resultó en un espectáculo intenso pero a la vez lleno de calma.
Ya en el kilómetro 26 arribamos a Caleta Sara, donde se encuentran las instalaciones de los clubes náuticos de Camarones. Allí el ingreso es restringido, pero solicitando permiso también se puede realizar camping libre.
Pronto encontramos el acceso a la Reserva Faunística Cabo Dos Bahías. Luego de abonar la entrada, fuimos conducidos por el guía local al sendero interpretativo de 400 metros de extensión, donde se encuentra la pingüinera.
La senda se halla limitada por alambrados y señalizada con cartelería simbólica que da a conocer las restricciones. Caminamos observando a un lado y al otro cientos de pingüinos que se encontraban en sus nidos o cuevas. En la actualidad hay unas 30 mil parejas que permanecen en esta área durante la época de cría y emigran luego en el mes de abril para volver en primavera y repetir el ciclo.
“Ambos sexos defienden el nido, incuban los huevos y alimentan a los pichones con peces y calamares. Al principio la hembra pone generalmente dos huevos, que tardan alrededor de 40 días en eclosionar. A menudo logra sobrevivir un solo pichón”, nos explicó el guía de la reserva.
Luego de recorrer unos metros, llegamos hasta la costa, que se encuentra enmarcada por una gran cantidad de rocas. La playa se encontraba repleta de pingüinos. “Estas aves utilizan gran parte del tiempo en la cosmética del plumaje, frotándose con el pico, limpiando y ordenando las plumas, lo cual contribuye a mantener la impermeabilidad de su plumaje”, dijo el guía que nos acompañaba.
Unos metros más adelante, alcanzamos a divisar la Isla Moreno, que alberga un apostadero de lobos marinos de un pelo; es el más septentrional del continente. Pero eso no fue todo, el paisaje también se nutrió con el vuelo de aves marinas como petreles, skúas, gaviotas cocineras y cormoranes.
Sin duda, el Cabo Dos Bahías es un sitio único e incomparable, donde la naturaleza se ha posado dejando una ventana imaginaria para que en familia podamos apreciar el milagro de la vida salvaje en estas frías latitudes patagónicas. En su paso por Camarones, recomendamos visitar esta singular reserva.
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